Australia y Nueva Zelanda
El nombre con el que conocemos este instrumento, el didyeridú, es el que le dieron los británicos en sus primeras incursiones en Australia como onomatopeya de su sonido (didgeridoo). El nombre propio que le dan los aborígenes de la tierra de Arnhem (Gunwinguu) es “magu”. Se construye desde hace más de 2.000 años (la época de los sueños aborigen) con ramas de eucalipto agujereadas naturalmente por las termitas, que se comen la parte central. El constructor del instrumento elegía la rama adecuada, la cortaba, terminaba de vaciarla y la decoraba.
El eucalipto fue “descubierto” en la expedición realizada entre 1768 y 1771 por James Cook y el naturalista Joseph Banks, quien invertiría parte de su fortuna en introducirlo en el viejo continente junto con otras especies como acacias y mimosas. En este proceso, el eucalipto se propagó inicialmente por España para drenar ciénagas y evitar la malaria o para contener taludes, como en las paisajísticas carreteras de Gran Canaria, donde podemos contemplar ejemplares centenarios. Posteriormente, por su rápido crecimiento, comenzó a utilizarse también para la fabricación industrial de papel, hasta convertirse en una de las especies más presentes en nuestros territorios, provocando alteraciones considerable en la composición de los suelos, la gestión del agua y el riesgo en la propagación de incendios.
De esta manera el eucalipto, de donde procede el didyeridú a través de un trabajo colaborativo y paciente entre humanos y termitas, ilustra como pocas especies las raudas contradicciones del Antropoceno.